Aquel día ambas se levantaron y desayunaron viendo las noticias en la televisión. Carlota desayunó zumo, café, una tostada de aguacate y salmón y algún pastel. Su asistenta había madrugado para poner aquel desayuno a Carlota. En Carabanchel, Lucía desayunaba un café con leche y unas tostadas con aceite que ella misma había preparado previamente.
En la televisión saltó una noticia sobre la sanidad pública, la deficiente inversión que recibe y la privatización a la que está sometida en Madrid. Carlota alzó la voz y malhumorada dijo, nos estafan con los impuestos, es innecesario mantener este sistema, se aprovechan quienes no se esfuerzan por prosperar. Lucía al ver la noticia derramó unas lágrimas, y susurró para sí misma, gracias a esta sanidad justa y para todos mi hermana se ha salvado y ha podido operarse de su terrible enfermedad.
Al rato, hablaban de educación, Carlota le decía a su asistenta, no quieren libertad, no quieren dejar elegir, quieren malgastar todo en lo público que no funciona. Hay que tener libertad para elegir público o privado. Lucía veía las noticias de educación con esperanza, con ilusión, pensando que sus nietos correrían más suerte que su familia antaño, su abuelo fue fusilado por querer enseñar a leer a sus vecinos de aquel pueblo. Serán chavales formados y libres.
Más tarde, ya en la tertulia posterior a las noticias, hablaban de memoria democrática. Comentaban el tema de los actos para recordar a las víctimas del franquismo y reivindicar la democracia. En ese momento Carlota se levantó de su sofá y le dijo a su asistenta, quieren enfrentar a los españoles, no quieren a la patria. Lucía también se levantó de su sofá y llamó a su hermana. Ambas emocionadas se decían, por fin, por fin alguien se acuerda de nuestras familias. Quizás queda esperanza, quizás en algún momento de la vida nos pedirán perdón por haber fusilado frente a tapias de cementerios a sangre fría a nuestros familiares, quizás nos miren a la cara y sean capaces de decirnos que haber lanzado sin piedad y con la mayor de las crueldades a nuestros familiares a cunetas eran actos deleznables. Quizás nos digan que torturarles en campos de concentración era de fascistas miserables. Quizás reconozcan que arrancarles de sus hogares frente a las miradas de sus hijos los cuales jamás pudieron quitarse las lágrimas de los ojos era marcar la historia de España.
Carlota y Lucía no existen más que en este relato, pero en realidad, hay muchas Carlotas y muchas Lucías. Hay mucha clase alta y mucha clase baja. Hay mucho poderoso y mucho oprimido. Hay muchas ideologías egoístas que luchan contra ideologías de progreso. Las clases altas lo son porque las clases bajas les dejan ser. La justicia social lo es todo y la cultura es la llave para lograrla.
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