Los intereses mueven almas. Dirigen hacia la crueldad a parte del mundo por lograr algún rédito. Llámese sentirse superiores por el color de piel, por el estatus que el dinero da, por una ideología supremacista que excluye para reafirmarse.
El ser humano debe estar por encima de esa manera de vida. Es imposible que esa forma de existir pueda ser lo que va a dirigir el planeta. Es imposible que matar a cielo abierto a toda una población sea estar en el lado bueno de la historia. Es imposible que apoyar esa atrocidad sea estar en el lado bueno de la historia. Jamás matar puede ser bueno.
Quien odia a quien ama a alguien de su mismo sexo es un homófobo. Quién odia a quien tiene un tono de piel distinto es un racista. Y aquellos que matan niños y quienes lo justifican son inmorales. Ausentes de cualquier sentimiento y carentes de empatía. Quien mata es un asesino. Y quien lo apoya es cómplice.
Los dirigentes que hablan de antisemitismo pero apoyan que se mate a según qué pueblo carecen de lógica. Simplemente el odio ideológico mueve muchas políticas. La defensa de los derechos humanos y de la paz siempre estarán por encima de quiénes tergiversan conceptos para lograr objetivos truculentos.
Quienes se lanzan a la calle a defender al débil siempre son tachados de violentos, de antisistemas, de gente que enfrenta y no aporta. Sin embargo, quienes salen a las calles, insultan, cortan vías públicas o montan mítines para insultar a dirigentes de países son gente de bien siempre que defienden al poderoso, al opresor. Al que mueve los hilos de esta película tan mal contada por algunos llamada vida.
Viva Palestina libre. Viva los pueblos y sus gentes libres de fascismos y repletos de derechos y de dignidad.


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