viernes, 4 de febrero de 2022

Ni caprichos ni gritos. Democracia.

Zarandear la democracia tiene sus peligros. Y corren tiempos en los que parece que eso está de moda. Gritar "pucherazo", "cacicada" cuando hay una votación en la que sale un resultado que no es del agrado del grupo político en cuestión es tremendamente peligroso. Sin embargo, si ese error se produce en una votación que beneficia al grupo, pues, bienvenido sea ¿Se habrán parado a pensar en ello?

Probablemente el ansia de poder hace que algunos permanezcan ciegos ante peligros realmente presentes en esta sociedad. Blanquear el que se ponga en duda el buen funcionamiento de las instituciones y, lo que es peor, dudar del mantenimiento de las reglas de juego es tremendo.

Quizás creemos tener una sociedad muy madura democráticamente hablando y es posible que no sea del todo así. Es decir, habrá políticos altamente capacitados. Es más, muy comprometidos con sus tareas y su trabajo para la sociedad y su país. Sin embargo, observamos ojipláticos cómo hay algunos que casi están más pendientes de lo que se va a decir de ellos en medios de comunicación, de lo que van a escribir en Twitter para ser trending topic o de lograr decir la barbaridad más grande en el uso de la palabra dentro del hemiciclo para así crear el ambiente más bronco posible. Y la pregunta es, ¿Y para qué sirve esto? Pues fácil, para que esos mensajes simplistas, vacíos y de mucho calado lleguen a cuanta más gente mejor. Son votos, son escaños y es poder... ¿Triste? Mucho...

Pero la culpa, si nos ponemos serios, es de todos. La sociedad tendría que ser más crítica, saber contrastar la información, saber desgranar toda esa cantidad ingente de noticias y mensajes que llegan a sus manos. Crear sus propias opiniones y argumentar sus posturas. También de los políticos. De ellos se espera nivel, formación, seriedad y vocación social. Intención de trabajar por y para ese puesto para el que son designados. Y de los medios de comunicación, de ese cuarto poder como se les suele llamar, se espera rigor. No vale todo. La información es muy valiosa. La ética y la deontología profesional deben ser el pilar que guíe al periodista. Ese profesional debe ser los ojos de quien no está en el lugar de la noticia. Debe ser fiel a los hechos. El periodismo debe ser un bien social. Y a día de hoy es un completo negocio que deja tertulianos partidistas, noticias sesgadas y medios sin reputación seria informativamente hablando.

Los caprichos no son la vía. La frustración es sana. Y la democracia está por encima de todos aquellos que no saben cómo moverse dentro de ella.

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