Hay lugares muy curiosos. Quizás, algunos sorprenden por dónde están enmarcados. Cuando te dispones a viajar a una zona donde crees que la naturaleza te va a envolver y vas a poder disfrutar de un espectáculo impresionante apartado de la civilización vas y te encuentras con un, casi, "mini Las Vegas".
Eso ocurre en Niagara. Allí puedes observar las maravillosas Niagara Falls o Cataratas del Niagara. Realmente es impresionante ver lo grandes que son, la cantidad de agua que el río lleva y la gran caída que tienen. Los paseos en barco son impresionantes. Puedes sentir cómo las cataratas te van atrapando y la sensación de ser como una hormiguita a punto de ahogarse entre tanta cantidad de agua.
Lo malo llega cuando ves que eso es un gran negocio. Que en América la visión empresarial no escapa ni ante tal paraíso natural. Alrededor de las cataratas hay una gran cantidad de alojamientos, muy lujosos por cierto, y miles de lugares para comer, jugar y demás actividades de ocio. En la zona canadiense, el negocio montado es impactante. Parece que simplemente caminando, apenas unos minutos, hayas cambiando de ciudad y estés en Las Vegas. Todo está iluminado, los edificios altos están por todos lados, el olor a fritanga te advierte de que los restaurantes de comida rápida son variados y a cada paso tienes uno, no faltan lugares de atracciones para que los niños puedan jugar como si de una feria se tratara... Y lo más triste de este curioso paisaje es que, en esencia, se trataba de visitar algo similar a un Parque Natural.
¿Dónde están los límites de los negocios? ¿Es lógico desmejorar lo que puede ser un espectacular paisaje por dinero? Pues no debería ser así, pero parece que el ser humano sobrepasa todos los límites posibles para enriquecerse.
A pesar de todo ello, sí que es cierto que visitar Niagara es una gran experiencia y que, obviando lo que rodea a las cataratas, es un lugar muy bonito.
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